Romance fantástico en la estepa de Mongolia (o cómo aceptar un reto)
Un pequeño relato muy particular
Hace unos días el señor
me retó a escribir un romance fantástico en la estepa de Mongolia (sí, es todo un amor con barba 😏) acepté el reto solo con una condición: yo empezaba el romance fantástico en la estepa y él le ponía fin.💥Así que como una es tan picada, como 😌 cumplidora, aquí está mi parte y un pedrusco muy grande y peligroso reposa sobre el 🏠 tejado del señor Samu.
El viento soplaba con intensidad aquella tarde, arrancando susurros a la hierba seca y curvada de la estepa. Bajo el cielo vasto y sin límites, la yurta de Altan se alzaba como una isla solitaria en un mar dorado. Su tela de fieltro, desgastada por los años, respiraba con cada ráfaga, como si la propia vivienda tuviera un corazón latente.
Dentro, el aire era cálido y pesado con el aroma de la madera quemada y las hierbas secas colgadas en racimos. Altan estaba inclinado sobre un cuenco de cerámica, vertiendo leche fermentada en pequeños vasos. Su rostro, curtido por el sol y los años de vida nómada, tenía una serenidad que solo los verdaderos hijos de la estepa podían sostener.
Entonces, ella apareció.
Khosbayar llegó a caballo, emergiendo como un fantasma de las tierras lejanas. Su silueta se recortaba contra el horizonte, y Altan no pudo evitar salir de la yurta, su pecho apretado por una emoción indefinida. Ella desmontó con un movimiento ágil, su cabello negro cayendo en dos trenzas como látigos oscuros sobre sus pechos. Vestía una chaqueta de piel bordada con patrones azules, el color del cielo eterno al que veneraban.
—Llegas tarde —dijo Altan, sus palabras carecían de reproche.
Khosbayar le devolvió una sonrisa fugaz.
—Las historias no se cuentan con prisa —respondió ella, sacando una bolsa de cuero de su montura—. Y esta, te aseguro, es una que vale la pena escuchar.
Altan se cruzó de brazos, fingiendo desinterés, aunque su corazón latía con anticipación.
Khosbayar era una recolectora de historias, una narradora cuya voz podía hacer vibrar las estrellas, al tiempo que los ojos de sus oyentes rebosaban de lágrimas por la emoción. Y, aunque nunca lo admitiera, solo ella hacía latir tan vivo su corazón.
Dentro de la yurta, la luz del fuego bailaba en las paredes mientras Khosbayar desempaquetaba su botín: una piedra ovalada y pulida que brillaba con un resplandor tibio, como si guardara en su interior un amanecer.
—La encontré cerca del lago —dijo, sosteniéndola ante la luz—. Los ancianos dicen que pertenece a Erkhii Mergen.
El nombre del antiguo arquero celestial hizo que Altan frunciera el ceño.
—¿Y por qué traes algo tan peligroso aquí? —preguntó—. Los cuentos hablan de su ira, de cómo destruyó aldeas enteras por ofensas menores.
Khosbayar inclinó la cabeza, estudiando la expresión de Altan como si él fuera otro misterio que desentrañar.
—Tal vez sea una prueba —dijo finalmente—. O tal vez una oportunidad. La magia no siempre es buena ni mala, pero siempre exige algo a cambio.
El silencio llenó el espacio entre ellos, pesado y cargado de posibilidades. Altan sintió el impulso de alejarse de esa piedra y de todo lo que pudiera traer consigo, pero sus pies permanecieron enraizados, inmóviles. Había algo en los ojos de Khosbayar, una mezcla de pasión y determinación, que le impedía apartarse.
—Y ¿qué planeas hacer con ella? —preguntó finalmente.
Khosbayar sonrió de nuevo, y esta vez, su sonrisa era como una chispa que encendía algo profundo en él.
—Quiero devolverla a donde pertenece —dijo—. Pero necesitaré tu ayuda.
La noche cayó rápida, como una cortina oscura que envolvía la estepa. Altan y Khosbayar avanzaban juntos, guiados por la luz plateada de la luna. Ella llevaba la piedra envuelta en un pañuelo bordado, y él, una lanza que había pertenecido a su abuelo, un guerrero de tiempos mejores.
El aire estaba cargado de electricidad, como si la propia tierra estuviera al tanto de su misión. Los caballos pisoteaban el suelo con nerviosismo, y Altan no podía evitar mirar de reojo a Khosbayar. Su perfil chato, iluminado por la luna, tenía una belleza salvaje que le dolía en el pecho.
—¿No tienes miedo? —preguntó en voz baja.
Khosbayar giró la cabeza hacia él, sus ojos brillando como carbones encendidos.
—Siempre tengo miedo —dijo—. Pero el miedo no es razón suficiente para detenerse.
Altan asintió, incapaz de discutir con ella. Había algo contagioso en su valentía, algo que le hacía querer ser mejor, más fuerte, aunque fuera solo para merecer su confianza y tal vez algún día, su amor.
Cuando llegaron al lago, la quietud era abrumadora. El agua reflejaba el cielo estrellado, tan perfectamente que parecía un portal hacia otro mundo. Khosbayar desmontó primero, acercándose a la orilla con la piedra en las manos. Altan la siguió de cerca, sus sentidos alerta a cualquier señal de peligro.
—Los cuentos dicen que Erkhii Mergen aparece cuando su piedra es devuelta —dijo Khosbayar, arrodillándose junto al agua—. Pero también dicen que solo responde a un corazón puro.
—Entonces estamos en problemas —murmuró Altan con una sonrisa torcida, intentando aliviar la tensión del momento.
Khosbayar rio suave, pero no apartó la vista del lago. Con un gesto deliberado, colocó la piedra en la orilla y se levantó, retrocediendo unos pasos.
El aire cambió.
Un murmullo bajo resonó desde el agua, como si las estrellas estuvieran susurrando entre ellas. El lago comenzó a agitarse y abrirse, hasta que una figura emergió lentamente de las profundidades. Era alto y majestuoso, con un arco en la mano y ojos que brillaban como soles en miniatura. Su presencia era abrumadora, y Altan sintió que sus piernas temblaban.
—¿Quién ha osado tocar lo que es mío? —dijo la figura, su voz resonando como un trueno.
Khosbayar dio un paso al frente, inclinando la cabeza en una mezcla de respeto y desafío.
—No buscábamos ofenderte, gran Erkhii Mergen —dijo—. Solo queríamos devolver lo que te pertenece.
El arquero celestial la miró fijamente, y Altan sintió que el tiempo mismo se detenía. Luego, la figura sonrió, un gesto sorprendentemente humano.
—El corazón que se atreve a enfrentarme merece respeto —dijo—. Pero dime, ¿por qué arriesgaste tanto por algo que no era tuyo?
Khosbayar alzó el mentón, su voz firme.
—Porque no podría vivir sabiendo que algo tan hermoso estuviera perdido.
La figura asintió lentamente, su brillo atenuándose hasta volverse casi humano. Luego, fijó su mirada en Altan.
—Y tú, guerrero, ¿cuál es tu papel en esta historia?
Altan tragó saliva, buscando las palabras.
—La sigo porque… —empezó, pero se detuvo, mirando a Khosbayar. La verdad se formó en su pecho antes de llegar a sus labios—. Porque sin ella, yo estaría perdido.
Un silencio cayó sobre ellos, roto solo por el suave movimiento del agua.
CONTINUARÁ
Ya tienes la continuación justo aquí, no te la puedes perder😏🐒
Maldición 🙉
Menuda manera de responder a un desafío, nunca decepciones :P
Samuel... te toca!! :P